Quien camina por las ciudades alemanas siente el orden que emana de las bicisendas perfectamente marcadas, de los pequeños carteles que indican la prioridad de paso a los conductores y las Us azules que nos llevan a las paradas de subte. Pero el orden alemán no solo conquistó las ciudades sino también las montañas.
Hace una semana me invitaron a hacer trekking en los Alpes. Como buen novato, un día antes de salir me compre una brujula cara y sofisticada. Hice unos pasos hacia la sierra y me di cuenta que no era necesario tanto equipo: Todos los senderos están numerados, señalizados y categorizados por lo que alcanza con un mapa.
Nunca caminé por una montaña a pie, así que fui primero en todo momento. Queria desarrollar mi sentido de orientación en ese tipo de terreno. Fue muy facil. Pero cometí un error. Después de alcanzar el pico del Grasleitenkopf (1434 m.) rumbeamos hacia el refugio donde ibamos a tomar unas cervezas. A los veinte minutos de caminata apareció un sendero que no estaba en el mapa. La diferencia en la dirección de ambos era muy poca, así que me decidí por el de la derecha con más sombra. Un poco más tarde la girlscout del grupo corrigió nuestro rumbo. Había hablado con unos alemanes que venian del refugio y ellos habían tomado el otro camino.
La contracara del orden es que uno está menos preparado para lo inesperado. Ese sendero no marcado no debería haber estado en el mapa.
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